San Isidro Labrador fue el nombre del santo designado para representar una parte de Lima que vivía la religiosidad y gozaba de la agricultura, un símbolo evangelizador que permitía aprovechar la altura de las huacas para construir haciendas y vigilar los cultivos. De la misma forma, este proyecto enfatiza el rol de la tierra y de religiosidad, al referirse a una huaca dispuesta a la inversa; su lectura, desplaza el colonialismo superpuesto, desentierra lo precolombino,  y emerge para devolver el valor simbólico al transeunte.

El proyecto busca cambiar el formato convencional de plaza. Dejando de lado las tendencias y tomando como punto de partida la base de nuestra historia para proponer una estética de acuerdo al ciudadano y con el contexto donde se ve involucrado. Esta pieza arquitectónica interactiva, logra revindicar las nociones de espacio público e identidad distrital. Resultado del sincretismo cultural anacrónico entre un símbolo ancestral y una práctica contemporanea.